The Lost Sheep
(Matthew 18.12-14)1 One day when many tax collectors and other outcasts came to listen to Jesus, 2 the Pharisees and the teachers of the Law started grumbling, “This man welcomes outcasts and even eats with them!” 3 So Jesus told them this parable:
4 “Suppose one of you has a hundred sheep and loses one of them—what do you do? You leave the other ninety-nine sheep in the pasture and go looking for the one that got lost until you find it. 5 When you find it, you are so happy that you put it on your shoulders 6 and carry it back home. Then you call your friends and neighbors together and say to them, ‘I am so happy I found my lost sheep. Let us celebrate!’ 7 In the same way, I tell you, there will be more joy in heaven over one sinner who repents than over ninety-nine respectable people who do not need to repent.
The Lost Coin
8 “Or suppose a woman who has ten silver coins loses one of them—what does she do? She lights a lamp, sweeps her house, and looks carefully everywhere until she finds it. 9 When she finds it, she calls her friends and neighbors together, and says to them, ‘I am so happy I found the coin I lost. Let us celebrate!’ 10 In the same way, I tell you, the angels of God rejoice over one sinner who repents.”
The Lost Son
11 Jesus went on to say, “There was once a man who had two sons. 12 The younger one said to him, ‘Father, give me my share of the property now.’ So the man divided his property between his two sons. 13 After a few days the younger son sold his part of the property and left home with the money. He went to a country far away, where he wasted his money in reckless living. 14 He spent everything he had. Then a severe famine spread over that country, and he was left without a thing. 15 So he went to work for one of the citizens of that country, who sent him out to his farm to take care of the pigs. 16 He wished he could fill himself with the bean pods the pigs ate, but no one gave him anything to eat. 17 At last he came to his senses and said, ‘All my father's hired workers have more than they can eat, and here I am about to starve! 18 I will get up and go to my father and say, “Father, I have sinned against God and against you. 19 I am no longer fit to be called your son; treat me as one of your hired workers.”’ 20 So he got up and started back to his father.
“He was still a long way from home when his father saw him; his heart was filled with pity, and he ran, threw his arms around his son, and kissed him. 21 ‘Father,’ the son said, ‘I have sinned against God and against you. I am no longer fit to be called your son.’ 22 But the father called to his servants. ‘Hurry!’ he said. ‘Bring the best robe and put it on him. Put a ring on his finger and shoes on his feet. 23 Then go and get the prize calf and kill it, and let us celebrate with a feast! 24 For this son of mine was dead, but now he is alive; he was lost, but now he has been found.’ And so the feasting began.
25 “In the meantime the older son was out in the field. On his way back, when he came close to the house, he heard the music and dancing. 26 So he called one of the servants and asked him, ‘What's going on?’ 27 ‘Your brother has come back home,’ the servant answered, ‘and your father has killed the prize calf, because he got him back safe and sound.’ 28 The older brother was so angry that he would not go into the house; so his father came out and begged him to come in. 29 But he spoke back to his father, ‘Look, all these years I have worked for you like a slave, and I have never disobeyed your orders. What have you given me? Not even a goat for me to have a feast with my friends! 30 But this son of yours wasted all your property on prostitutes, and when he comes back home, you kill the prize calf for him!’ 31 ‘My son,’ the father answered, ‘you are always here with me, and everything I have is yours. 32 But we had to celebrate and be happy, because your brother was dead, but now he is alive; he was lost, but now he has been found.’”
Parábola de la oveja perdida
(Mt 18.10-14)1 Todos los cobradores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
2 Los fariseos y los escribas comenzaron a murmurar, y decían: «Este recibe a los pecadores, y come con ellos.»
3 Entonces Jesús les contó esta parábola:
4 «¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?
5 Y cuando la encuentra, gozoso la pone sobre sus hombros,
6 y al llegar a su casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: “¡Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido!”
7 Les digo que así también será en el cielo: habrá más gozo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.
Parábola de la moneda perdida
8 »¿O qué mujer, si tiene diez monedas y pierde una de ellas, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con cuidado la moneda, hasta encontrarla?
9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: “¡Alégrense conmigo, porque he encontrado la moneda que se me había perdido!”
10 Yo les digo a ustedes que el mismo gozo hay delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.»
Parábola del hijo perdido
11 Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos,
12 y el menor de ellos le dijo a su padre: “Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde.” Entonces el padre les repartió los bienes.
13 Unos días después, el hijo menor juntó todas sus cosas y se fue lejos, a una provincia apartada, y allí dilapidó sus bienes llevando una vida disipada.
14 Cuando ya lo había malgastado todo, sobrevino una gran hambruna en aquella provincia, y comenzó a pasar necesidad.
15 Se acercó entonces a uno de los ciudadanos de aquella tierra, quien lo mandó a sus campos para cuidar de los cerdos.
16 Y aunque deseaba llenarse el estómago con las algarrobas que comían los cerdos, nadie se las daba.
17 Finalmente, recapacitó y dijo: “¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen pan en abundancia, y yo aquí me estoy muriendo de hambre!
18 Pero voy a levantarme, e iré con mi padre, y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti,
19 y no soy digno ya de ser llamado tu hijo; ¡hazme como a uno de tus jornaleros!’”
20 Y así, se levantó y regresó con su padre. Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y tuvo compasión de él. Corrió entonces, se echó sobre su cuello, y lo besó.
21 Y el hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y no soy digno ya de ser llamado tu hijo.”
22 Pero el padre les dijo a sus siervos: “Traigan la mejor ropa, y vístanlo. Pónganle también un anillo en su mano, y calzado en sus pies.
23 Vayan luego a buscar el becerro gordo, y mátenlo; y comamos y hagamos fiesta,
24 porque este hijo mío estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y lo hemos hallado.” Y comenzaron a regocijarse.
25 »El hijo mayor estaba en el campo, y cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas.
26 Entonces llamó a uno de los criados, y le preguntó qué estaba pasando.
27 El criado le respondió: “Tu hermano ha vuelto, y tu padre ha ordenado matar el becerro gordo, porque lo ha recibido sano y salvo.”
28 Cuando el hermano mayor escuchó esto, se enojó tanto que no quería entrar. Así que su padre salió a rogarle que entrara.
29 Pero el hijo mayor le dijo a su padre: “Aunque llevo tantos años de servirte, y nunca te he desobedecido, tú nunca me has dado siquiera un cabrito para disfrutar con mis amigos.
30 Pero ahora viene este hijo tuyo, que ha malgastado tus bienes con rameras, ¡y has ordenado matar el becerro gordo para él!”
31 El padre le dijo: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.
32 Pero era necesario hacer una fiesta y regocijarnos, porque tu hermano estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y lo hemos hallado.”»